Activista vascobrasileña antirracista y transfeminista. Desde los 18 años milita en espacios queer y feministas y preside Tinkuy, colectivo de migrantes. Ha participado en mesas redondas de Bilgune Feminista y ha impartido talleres sobre identidades diversas y diversidad sexual y de género desde una perspectiva decolonial y antiadultista.

«En el futuro que yo estoy construyendo... somos un pueblo colectivo y multicultural que pone en valor y apoya diferentes identidades y realidades».

Imagino una Euskadi donde la equidad y la diversidad se vivan cada día, no solo como valores, sino como prácticas reales que transforman nuestro modo de convivir. Creo en una sociedad comprometida con la convivencia, que reconozca la riqueza de sus diferencias y actúe frente a las desigualdades.

El verdadero reto es lograr que esas leyes sean asumidas colectivamente: solo mediante una sensibilización profunda, educación y marcos jurídicos sólidos podremos construir espacios más justos y acogedores para todas las personas, especialmente para quienes han vivido procesos de exclusión. Aspectos como la vivienda digna y asequible son cruciales para garantizar la autonomía de todos, y más aún de quienes llegan de otros lugares o forman parte de colectivos vulnerables. Por eso apuesto por políticas inclusivas que aseguren un bienestar real para todas las identidades. Sin embargo, es importante entender que sin una transformación profunda en la forma de mirar y entender la diversidad, el cumplimiento efectivo de esas leyes seguirá siendo limitado. Las normas que nos amparan deben ir de la mano de una legitimidad social real; esa es la meta hacia la que aspiramos.

Mi motivación nace del deseo de fortalecer el tejido social y crear herramientas que promuevan discursos y prácticas realmente democráticas. Así, solo con leyes respaldadas por una legitimidad social genuina podremos alcanzar la cohesión auténtica que hará de Euskadi un territorio verdaderamente abierto, justo y lleno de oportunidades.